Kendapiu es un libro con claras connotaciones biográficas y un mucho de ternura. Para quienes le conocisteis y para los que os acerquéis por primera vez a su entorno, descubriréis las motivaciones y la simpatía con que se le recuerda. Prometo que pasaréis un buen rato.
Los amigos, los allegados, la familia, en definitiva los que le amamos. Nos unimos para tenerle cerca, en sus picardías, en sus extrañas ideas, en sus rarezas, en cuanto significo para nosotros. Muy pronto en vuestras librerías.
La presentación será a finales de noviembre coincidiendo con el segundo aniversario de su marcha.
Sinopsis
Ioannes el pequeño de cinco hermanos, muere trágicamente a causa de una enfermedad despiadada, que en un mes reduce toda perspectiva de un buen pronóstico. En esa escuela que es la añoranza, cada uno de los suyos busca la forma de sobreponerse. Un relato que comienza como un ejercicio de consuelo, y se convierte en el modo de perpetuar a todos la alegría que desprendía el pequeño de los Marcuello.
La historia se desarrolla en el cielo al reencontrarse con los suyos. Una serie de peripecias y andanzas por sus orígenes, tienden a animar la tónica jocosa del libro. A pesar de un lado fantástico, hay una conexión con la realidad a través de unas cartas. A modo de flashback, Ioannes provoca las incursiones reales de su pasado reciente. Las cartas demuestran lo que representó para cada uno de ellos. Destacando el hecho que fuera homosexual, conquistando por su simpatía a cuantos dejo atrás y a cuantos se encontraron con él.
El dolor queda siempre solapado, por el tono bromista con que se le describe. El libro recoge, los sentimientos, los disparates y la felicidad con que vivió la vida.
Un fragmento en primicia para vosotros:
Eran las 00.00h de un día cualquiera, curiosa cifra si tenemos en cuenta al cero por no ser nada, doblemente nada de nada, aquí los días no tienen nombre, pero lo que todos sabían es de mi llegada. Reconozco haber pasado miedo, pero cuando inicias el camino ya no hay vuelta atrás, te dejas llevar y sin saber cómo ni cuándo, entras en una espiral de quietud, de harmonía, de luz… Aquí no respiramos aire, -que contradictorio parece-. Aquí respiramos bienestar. Bueno a lo que iba, -que nada más llegar ya se me va la perolica-.
Estaba todo oscuro, ¿os acordáis del túnel ese que cuentan por ahí?, ¡de aspecto tétrico, negro, muy negro!
A medida que avanzaba, se hacía difícil caminar en aquel extraño agujero ascendente. No había paredes donde apoyar las manos para que me sirvieran de guía, como haría un ciego con las suyas. Fuí sorteando mis pasos, algo mareado, algo aturdido, ¿acaso sería el cebollón que me habían preparado antes de partir? Eso era, ¡que colocón!, suerte que, como en medio de una nube, mis pies dejaban de tener contacto con la realidad, esa realidad pesada que hace que arrastre toda la carga que he venido soportando en estos últimos tiempos, demasiado para un tío como yo, y de hecho, para cualquiera. De pronto, la liberación: algo como las dulces horas de un domingo por la mañana de un lluvioso día de invierno, cuando decides perrear un rato, pasando de ese estado medio somnoliento a la vigilia; con un ojo medio abierto y el otro resistiéndose a la luz. Te vuelves para abrazarte a tu pareja, esperando que también quiera seguir durmiendo, encogidos como un ovillo; oyendo llover e imaginando el frió que debe hacer fuera, saboreando ese instante -¡Mmmm cariño! Cuanto te voy a echar de menos-. Sí, así es el traspaso de lo oscuro a ese placentero momento, donde una luz casi difusa, comienza a tener otro significado. Lo primero que viene a mi mente: -¡Joder, esto no será como en Poltergeist, que me cago, ya vengo flojo de abajo y sólo hace falta que me sometan a estas tensiones!...