¡Si estuviera de suerte! -me dije-, podría encontrar a la dama con la que me crucé hace tan sólo unos días. Suave, elegante, misteriosa, algo desconfiada.
¡Si estuviera de suerte!- me repetía-, podría seducirla con alguna de mis habilidades, quizás impresionada se rindiera a mis encantos; soy un buen partido, un buen compañero, un inmejorable amante hecho a su medida.
Mientras camino de aquí para allá, intentando encontrar a mi reina – ¡sí!, lo he decidido-;
mientras busco a mi amada, creo recordar donde encontrar su casa, su guarida, su morada.
Decidido prosigo mi marcha, estoy cerca… la hallo. Ella fría, impasible… no me dice nada.